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Había una vez un león que dormía plácidamente en la selva. De repente, sintió un pequeño roce en su melena. Abrió los ojos y vio a un pequeño ratón que se había enredado en su melena.

-¡Fuera de aquí, pequeño ratón! -rugió el león-. ¡Vete antes de que te coma!

El ratón se disculpó y le rogó al león que lo dejara ir. El león se apiadó y dejó ir al pequeño ratón.

Más tarde ese día, el león fue atrapado en una trampa para leones. Forcejeó y luchó, pero no pudo liberarse. De repente, apareció el pequeño ratón.

-¡Oh gran león! -dijo el ratón-. Ahora es mi turno de ayudarte, como tú me ayudaste a mí.

El ratón comenzó a roer las cuerdas de la trampa con sus pequeños dientes hasta que el león pudo liberarse.

-Pequeño ratón -dijo el león-, me has salvado la vida. Los favores siempre se devuelven.

El león llevó al ratón a su guarida y lo cuidó por el resto de sus días.

Moraleja: Incluso los más pequeños pueden ayudar a los más grandes, y los favores siempre se devuelven.


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