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 En 1966, en una carretera solitaria y polvorienta de Nevada, se llevó a cabo una carrera de coches clandestina que pasaría a la historia como la más aterradora y mortal de todos los tiempos. Los pilotos, hombres y mujeres de distintos rincones del país, se reunieron en la línea de salida con un único objetivo en mente: ganar a cualquier precio.

La noche antes de la carrera, los competidores se reunieron en un bar de mala muerte en las afueras del pueblo. Entre tragos y risas nerviosas, se contaron historias de terror sobre la carretera en la que competirían al día siguiente. Se decía que estaba maldita, que aquellos que habían muerto en accidentes a lo largo de los años aún vagaban por la zona, buscando venganza.

Al amanecer, los motores rugieron y la carrera comenzó. Los coches se lanzaron por la carretera, dejando tras de sí una estela de polvo y humo. Los pilotos, desesperados por ganar, no dudaron en arriesgar sus vidas y las de los demás, adelantándose a toda velocidad y empujándose unos a otros fuera de la carretera.

A medida que la carrera avanzaba, los competidores comenzaron a notar cosas extrañas. Algunos juraron ver figuras fantasmales en el espejo retrovisor, mientras que otros escucharon susurros en el viento que parecían advertirles de un peligro inminente. Pero nadie se detuvo, todos estaban decididos a ganar.

A medida que el sol comenzaba a ponerse, la carretera se volvía cada vez más peligrosa. Los pilotos, exhaustos y asustados, luchaban por mantener el control de sus vehículos mientras las sombras se alargaban y los fantasmas del pasado parecían cobrar vida.

Fue entonces cuando ocurrió el primer accidente. Un coche se salió de la carretera y se estrelló contra un árbol, estallando en llamas. Los demás pilotos, sin inmutarse, continuaron adelante, dejando atrás el vehículo en llamas y a su conductor atrapado en el interior.

Uno a uno, los competidores comenzaron a caer. Algunos se estrellaron contra las rocas, otros fueron empujados fuera de la carretera por sus rivales, y otros simplemente desaparecieron sin dejar rastro. La carretera se convirtió en un cementerio de coches destrozados y almas perdidas.

Finalmente, solo quedaron dos pilotos. Ambos, desesperados por ganar, se enfrentaron en un duelo a muerte mientras la luna llena iluminaba la carretera maldita. En un último intento por adelantarse, uno de los pilotos perdió el control de su coche y se estrelló contra el otro, provocando una explosión que iluminó la noche.

Cuando el humo se disipó, no quedó ningún ganador. Solo el silencio y la oscuridad reinaban en la carretera maldita, donde los fantasmas de los pilotos fallecidos se unieron a los que ya vagaban por allí, condenados a revivir su trágica carrera por toda la eternidad.

Y así termina la historia de la carrera de coches más aterradora de 1966, un recordatorio de que, a veces, el deseo de ganar puede llevarnos por caminos oscuros y peligrosos, donde el precio a pagar es demasiado alto.

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